Este fin de semana he estado viendo un partido de fútbol regional donde había sobre 500 espectadores en la grada, pero ninguno de los 2 equipos ha sido capaz ya no de disparar a portería en todo el partido, si no que no han sido capaces de trenzar una sola jugada y aún así el público ha permanecido animando hasta el final como cabe esperar en estas categorías.
En el mismo partido he tenido la “suerte” de poder hablar con padres de 2 jugadores los cuales coincidían que el partido era un aburrimiento pero el problema del equipo donde juega su hijo era que no le pasaban el balón a su hijo que era el único que sabía jugar al Fútbol.
Anoche vi una película titulada “Érase una vez… en Euskadi”, que por el título y la sinopsis de la misma no me hacía ni imaginar que me llevaría a acordarme de estos 2 padres. En la película ambientada en un pueblo Vasco en los años 80, uno de los 3 niños protagonista era miembro de un equipo ciclista de base, que en todas las carreras se caía o tenía alguna avería que lo hacía abandonar viéndose a lo largo de la misma que el niño se autolesionaba o se producía él mismo las averías.
En un momento de la misma el director del equipo le dice al padre del niño que deben echarle del equipo por falta de cualidades ante lo cual el padre acaba pagando los gastos del equipo, con el dinero que tenía ahorrado de las vacaciones para evitar la expulsión de su hijo, hasta que el padre descubre lo que realmente ocurría.
Realmente, ¿el niño quería hacer ciclismo o era un imposición de su progenitor?
Hace unos años fuí con otro padre a ver un partido de División de Honor en el cual jugaba su hijo, su comportamiento en el campo fue bochornoso, como un auténtico “Ultra”, y como vulgarmente se dice “No dejó títere con cabeza”, ni colegiados, ni mister contrario, ni rivales, pero lo peor ocurrió en el viaje de vuelta cuando le escuché frases como “el mister no tiene ni idea”, “es que no te pone en tu sitio”, “no tiene ni idea” y otras cuantas.
Todo esto que os cuento me lleva a pensar que en muchas ocasiones los padres pueden tener un comportamiento poco adecuado, lo que puede crear un ambiente tóxico y afectar negativamente a la experiencia de los niños y no tan niños.
El mundo de cualquier deporte profesional es muy complicado y es muy difícil llegar, por lo que debemos entender que no todos podemos ser deportistas profesionales y que nuestra misión como padres es apoyar en todo momento la práctica del deporte, pero no pretender que sean los mejores en todas las ocasiones.
Os dejo otra de mis reflexiones, que a mí me llama muchísimo la atención, y no es otra que las botas que utilizan los chavales, algunas de las cuales cuestan más de 200€ y siempre al último grito.
Me pregunto si no sería prudente en las categorías inferiores por partes de los clubes imponer unas reglas de vestimenta y aseo donde no hubiera distinción.
Todo esto me lleva a pensar que estoy completamente de acuerdo con una frase que escuché hace ya algunos años a un ex-seleccionador Nacional:
“El mayor problema del Fútbol-Base son los padres”